lunes, 21 de febrero de 2011

Muerte en el acto

Ficción

Es mundialmente sabido que las personas que mueren repentinamente y tienen algún tema importante pendiente, quedan anclados en este plano de la realidad volviéndose fantasmas. Seres en otros tiempos temidos que hoy son objeto de intensas investigaciones esotéricas.
Es el caso de Raúl. Ingeniero importante, de esos que se dedican a dibujar los planos de represas hidroeléctricas y plantas nucleares. Persona muy inteligente y de gran experiencia que creyó innecesario tener cuidado al cruzar la calle. Individuo atropellado por un camión de caudales que, al golpearlo con violencia, lo mató en el acto.
Tan en el acto lo mató, que Raúl se puso de pie en seguida, dejando su cuerpo tirado en el piso. Notó que había más seres a su alrededor, porque ahora gozaba de ese privilegio que tienen los fantasmas, que siguen viendo a la gente común pero ven también a todo ser transparente. La gente escandalizada daba gritos de terror. Es que veía a dos raúles. Sí, a dos ingenieros iguales. Lo que pasa es que el recién fallecido se había salido de su cuerpo muy rápido, sin darle tiempo a su ángel de la guarda a que le explicara cómo debía proceder.
Todo muerto con causas pendientes, en su caso la entrega de una licitación, debía permanecer en su cuerpo hasta tanto fuera trasladado al hospital. Luego un ángel lo buscaría trayéndole un frasco de loción de invisibilidad. Pero el pobre de Raúl la pasó mal. Es que su ángel, al verlo salido de su cuerpo tan rápidamente, se enfureció. Y así de enojado, sin explicarle nada, se fue volando a la oficina, sin darle la loción.
Raúl, que al ver su cuerpo en el piso entendió que había muerto, que al oír los gritos de la gente supo que lo veían también a él, corrió unas cuadras alejándose del lugar de la tragedia.