martes, 15 de mayo de 2012

Super Alcira

Ficción

Esta historia está basada en hechos reales. Sin embargo, no será del todo real. Es que yo, el relator que todo lo sabe, me niego a renunciar a lo fantástico. Tendrán que vivir con la duda. Nunca sabrán ustedes, lectores activos, hasta qué punto ocurrió en el mundo real. No será grave, porque esta historia que están a punto de leer, como dijo un famoso escritor español que casi nadie conoce, es una de esas que hacen posible la realidad.
Ya pueden ver a Rocío. Está parada ahí, cerca de esa escalinata enorme. Supongo que ya saben dónde estamos. No hay muchas escaleras como esa en Buenos Aires. Se impone en el paisaje ese gran edificio que contiene a muchísimos estudiantes de derecho. También a unos cuantos profesores. Personal administrativo, mantenimiento y seguridad.
Rocío camina hacia la parada del colectivo cuya línea puede representarse con el producto de nuestra cantidad de dedos por nuestra cantidad de ojos (tomando en cuenta el tercero) por la cantidad de orejas, más la mitad de nuestra cantidad de dedos. Ese que va a Munro.
Sucede que Rocío da un paso. Da otro. Pero rápidamente notamos que su calzado no es de una calidad extrema. Nos damos cuenta de que su ojota derecha se acaba de romper. Estamos lejos como para ver la ojota. Pero la cara de fastidio de Rocío se ve de lejos. La pobre supone que va a tener que irse descalza a la casa. Y en una ciudad como esta, uno siempre puede pisar un vidrio.
Y ahora, ¿quién podrá ayudarme? Rocío podría haber pensado eso. En cuyo caso hubiera aparecido el chapulín colorado. Pero no pensó nada. Así que apareció super Alcira. No pudimos ver desde dónde vino. Realmente difícil pescarle los secretos a los super héroes. Tiene un antifaz llamativo y no tiene capa. Tiene una cola de vestido de novia. También una cartera bastante grande.
Super Alcira saca un costurero y ante la mirada estupefacta de Rocío, que no puede procesar todo tan rápido, arregla la ojota dañada con hilo y aguja. Cuando termina, mira a Rocío con ternura y le sonríe. Se va volando, después de sacar de su cartera un minicohete de combustible híbrido (los ingenieros aeroespaciales saben de qué hablo). Rocío no comprende de dónde salió super Alcira, pero está de mejor humor ahora, con la ojota reparada.