viernes, 8 de junio de 2012

Por derecha

Ficción

Era un hombre de esos que se confundía los lados. De chico le costaba mucho acordarse de cuál de sus manos era la derecha y cuál la izquierda. Claro que se puede vivir tranquilamente con esta confusión, mientras no suceda ningún accidente.
Ya de grande, claramente adulto, pero no tan grande como para ser un viejo, se confundió por última vez. Y le damos importancia aquí al hecho de que aún no era viejo porque fue determinante en aquella tragedia. Seguramente la recuerdan, deben haberla visto en las noticias.
Este sujeto viajaba en ese tren que va por abajo de la tierra. Y como no era todavía viejo, nadie le había cedido el asiento. Estaba parado al final de uno de los vagones, apoyado en la pared. Ahí fue cuando pasó lo que no tenía que pasar. El tren se detuvo lentamente y se oyó la vos del conductor ordenando evacuar la formación. Había un principio de incendio en el tercer vagón y por alguna razón desconocida, las puertas no se abrían.
La gente se desesperó y el hombre que casi siempre se confundía de mano, notó que justo detrás de él había unos botones para usar en caso de emergencia. Unos que permitían abrir las puertas en forma manual. Rompa el vidrio, rezaba un cartel. Y con esto el adulto confundido no tuvo ningún problema, podía usar cualquiera de las dos manos para romper un vidrio.
El problema eran los botones. Uno abría las puertas de la derecha y otro las de la izquierda. En medio de aquel caos desesperado, el hombre no pudo entender que los botones abrían las puertas del mismo lado. Simple para nosotros, que ya no nos confundimos con estas cosas. El botón de la derecha, abre las puertas de la derecha.
El adulto se equivocó. Y como esos trenes que van por abajo de la tierra a veces están muy llenos, la gente salió del vagón, pero calló en la vía contraria. Después, lo único que se oyó fue un bocinazo.