sábado, 28 de abril de 2012

naueQ

Anagrama

No se ve mucho en donde estamos. Pero podemos ver un poco gracias a la tenue luz que consigue filtrarse por algunos agujeros. Nos encontramos en una especie de cañería. Parece ser muy larga, aunque eso depende un poco de nuestro tamaño. En todo caso, nosotras somos mucho más chicas que el tubo. Podemos ver a la distancia una serie de agujeros, bastante alineados. Casi podemos asegurar que esta caño que nos cobija está abierto por ambos extremos.
Nos llama la atención una sombra. Uno de los extremos del tubo ahora está obstruido. ¿Sintieron eso? Es un ruido extraño. ¡Tengo cosquillas! Algo está intentando empujarme. Estoy un poco asustada. ¡Otra vez! Siento una serie de sacudones desordenados. Estoy realmente incómoda. Los sacudones son cada vez más amplios, pero más ordenados también.
Ya no se escucha un ruido. Arriesgaría que puede oírse un tono. Mientras tanto, yo me sacudo, pero ahora lo hago ordenadamente. ¡Algo pasa! La velocidad de los sacudones no es siempre la misma. Curiosamente, cuando cambia la frecuencia de mis sacudones, escucho distintos tonos. En este mundo suceden muchas cosas extrañas.
Se hace difícil contarles que pasa cuando me muevo tanto. ¿Vieron eso? El cambio en la velocidad de nuestros sacudones no sólo parece estar relacionado con el tono que se escucha, también con la cantidad de luz adentro del tubo. Es como si alguien estuviera tapando y destapando los agujeros de la cañería. Volvió el silencio. Ahora estoy quieta. Estoy más cómoda, pero ya no tengo nada interesante que decir.

Cuando el instrumentista sopla sobre la embocadura de una quena, las moléculas de aire en su interior entran en resonancia. La frecuencia con que lo hacen depende del largo real del tubo. El instrumentista modifica la extensión de la columna de aire tapando y destapando agujeros.

martes, 24 de abril de 2012

Nuez mortal

Ficción

El asesino de los refranes se sentía incomprendido. Creía que la policía estaba restando importancia a los escenarios que había preparado en sus dos anteriores homicidios. Y tenía bastante razón. En el caso del político muerto por un dardo envenenado, disparado por una escultura de un caballo con los dientes rotos, la policía no había comprendido el dicho popular subyacente al crimen. Aún cuando en su segunda víctima, el asesino serial había dejado una nota en la nariz de la víctima con el refrán que había inspirado el homicidio, la policía lo tomó como una broma. Así que, este frustrado artista de la muerte, se vio obligado a proceder de una manera mucho más obvia.
Eligió a su víctima con cuidado. No necesitaba que se dedicara a nada en especial, sólo que fuera adicto a las nueces. Recordó en seguida que tenía un primo que cumplía esta condición. Lo descartó por dos razones. El afecto que le tenía y los vínculos familiares que podrían vincularlo con el futuro delito.
Finalmente encontró a alguien. Lo ubicó en un comercio que vendía nueces. Lo supo inmediatamente, el cliente había comprado más de un kilogramo de la fruta seca. Lo siguió para saber a dónde estaba su casa y descubrió que el hombre hacía todo un ritual con las nueces. Las ponía en un pequeño platito y las ingería mientras escuchaba música clásica sentado en su escritorio.
Al otro día, el asesino esperó que la víctima saliera de su casa y se las arregló para entrar a la casa. Había pasado los últimos meses estudiando cerrajería. Así fue hasta el escritorio y preparó todo.
Ya era de noche cuando el hombre de las nueces entró a su casa. Fue hasta el escritorio y le sorprendió que hubiera unas pocas nueces ya dispuestas sobre él. No sospechó nada. Se sentó y se metió la primera fruta seca envenenada en la boca. Prendió el equipo de audio y se sobresaltó. Por los parlantes, no salía ninguna sinfonía de Beethoven. Sonaba una obra terrible, ruidosa y estridente. Muy probablemente música contemporánea.
Cuando a la mañana siguiente la policía entró a ver por qué hacía tanto tiempo que sonaba esa música en la casa, encontró al hombre muerto en su silla, mucho ruido y pocas nueces. Pero hasta que llamaron a Tomás, el mejor detective de la historia de la literatura, no entendieron nada. El detective comprendió en seguida. Es claro, dijo, mucho ruido y pocas nueces. Estamos ante un asesino que basa sus crímenes en dichos populares. Ahora hay que buscar otras víctimas.

domingo, 15 de abril de 2012

erNoúnas

Anagrama

¡Ahí! ¿Vieron? Sí, como una chispita que pasó de un lado al otro. Es muy difícil decir de qué se trata viendo desde tan cerca, tenemos muy poca idea del contexto. Pero podemos asegurar haber visto la chispa. Aunque podemos acercarnos todavía más.
Estas tres cosas, les decimos cosas por no saber bien qué son, ahora se ven un poco transparentes. Podemos ver lo que tienen adentro. Tienen formas extrañas, bastante irregulares, bordes difusos. Contienen unas pelotitas que cada tanto escupen.
Ahora se entiende todo. La cosa de un lado escupe estas pelotitas y la que está en el otro extremo las recibe. La tercera cosa también escupe sus pelotitas, pero no parecen ser para lo mismo. Después se producen las chispas. Estas pelotitas deben estar cargadas.
Quizás nos puedan explicar qué es lo que vemos. ¡Eh! ¿Por qué escupen tantas pelotitas? La primera cosa de las tres nos mira extrañada. No sé qué es una pelotita, dice. Eso, eso que te sale. No entiende muy bien, no parece muy inteligente. No entiendo, dice, no sé qué quiere decir eso de que te sale. Evidentemente no sirve de mucho preguntar.
Lo cierto es que siguen volando pelotitas para todos lados. Y depués salen chispas. Aunque saber esto, no sé para qué nos puede servir.

Las neuronas se comunican mediante impulsos eléctricos. Para controlar estos impulsos liberan y absorven algunas moléculas (neurotransmisores).

jueves, 5 de abril de 2012

Ciudad y viento

Divague

A veces la naturaleza decide dejar claro quién tiene el control sobre la historia. De golpe llueve y soplan vientos de exagerada velocidad y todo eso que el hombre hace creyendo fuerte, como las torres de hormigón que sostienen cables de alta tensión y los techos de las estaciones de servicio, parecen papelitos. Se retuercen, se quiebran, provocan destrozos. Y nos quedamos sin luz.
Mientras dormía se me ocurrió algo. Y esto quizás vaya en contra de la hipótesis del desaprendizaje de Crick. Con los actuales conocimientos cuánticos podríamos solucionar problemas como la lluvia y el viento. No tenemos dudas de que la lluvia es agua que cae del cielo. Sabemos que el viento es aire en movimiento. Aire que está hecho de átomos de distintos gases.
Propongo que los habitantes de Buenos Aires enviemos una carta a los hombres que controlan el gran colisionador de hadrones. Tenemos que convencerlos de que retrasen la búsqueda del bosón de Higgs y se pongan a fabricar antimateria. Más precisamente antiagua y antiaire.
Si nos enviaran una buena porción de estos elementos antes del próximo temporal, podríamos simplemente arrojar una cucharita de estas anticosas por la ciudad y los problemas ocasionados por el viento y la lluvia desaparecerían. Mi evaluación preliminar estima, con suma imprecisión, que de poner en acción este plan cuántico, los átomos del viento y la lluvia se desvanecerían antes de retorcer techos de chapa. Claro que no podría evitarse que como subproducto de esta reacción física se produzca una radiación desmedida capaz de ocasionar algunos problemas colaterales, como la muerte o mutaciones genéticas impredecibles.