lunes, 16 de septiembre de 2013

Método puntual

Divague

La impuntualidad es un problema frecuente, al menos fuera de Suiza. Y si bien muchos no tenemos tan buenos relojes, no hay que dejar de considerar que en los países subdesarrollados suelen intervenir un sinnúmero de variables en las repetidas llegadas tarde de la gente. Es muy difícil llegar en el minuto correcto a un lugar cuando el colectivo nunca pasa a la misma hora, los trenes siempre se atrasan, las barreras no se abren, los semáforos se apagan y las viejitas se te cruzan.
Propongo entonces un nuevo método de fijar tiempos de encuentro. Un recurso atrevido que no está lejos de ser una avivada. Se trata de decir un solo número. En vez de arreglar juntarte con alguien a las diez y diez, podés decir a la hora diez o en el minuto diez. Ahora bien, respuestas con consecuencias tan distintas merecen un análisis atento.
Podríamos asumir que comienza a existir impuntualidad cuando el módulo del atraso o adelanto (esto depende del sistema de referencia) de nuestra persona con respecto a un evento previamente arreglado es de cierta cantidad de tiempo. Sin embargo, aún cuando entre las diez y cinco con cincuenta y nueve segundos y las diez y seis con uno, sólo pasaron dos míseros segundos, sólo en uno de los casos son las diez y cinco.
Tomemos como unidad de encuentro la décima de segundo. Esto muestra instantáneamente que tenemos 600 oportunidades de presentarnos en un cierto lugar a las seis y veinte. Son muchas, pero la experiencia indica que no alcanzan.
Ahora bien, si sólo decimos un número y arreglamos para la hora cinco, siempre dentro del mismo día, contaremos con 36.000 oportunidades de ser puntuales divididas en 18.000 antes del mediodía y otras 18.000 por la tarde. En cambio si nos decidimos por el minuto treinta, tendremos 14.400 oportunidades divididas en 24 paquetes de 600 que se repetirían una vez por hora.
Acabamos de demostrar entonces, que nos conviene arreglar el número hora, cosa que además de asegurarnos el mayor número de oportunidades de ser puntuales, le evita al otro quedarse esperando todo el día asegurándole un tiempo máximo de espera menor a trece horas.