jueves, 31 de octubre de 2013

Divorcio geográfico

Hecho

Un divorcio en 1918 es bastante raro, así que vamos al europeo comienzo del siglo XX. En este caso, quienes se divorcian son longevos. Una pareja que disfrutó hace apenas dos años de sus bodas de oro. Creemos a veces que si dos enamorados han logrado aguantarse mutuamente por cincuenta años, ya nadie los puede separar.
Pero todo puede desgastarse. Y si bien no conocemos las causas específicas en este caso, podemos imaginar muchas. Posibles infidelidades, por ejemplo. Incluso podrían existir sospechas más o menos fundadas de uno de los novios, que erosionando la confianza de la pareja produzcan consecuencias irreversibles aún sin que hayan existido hechos concretos.
La economía también puede llegar a ser algo peligroso. Claro que en 1918 todavía no existe una desesperación tan marcada por el consumo de productos inútiles. Aunque sobran ejemplos en la historia de adictos al juego que comprometen el futuro de su familia después de ridículos intentos de recuperarse en una sesión de timba. También están los que yendo a lo seguro se gastan toda su fortuna en el máximo posible de medidas de whisky.
Por supuesto está el tema de los límites. Que vos llegás hasta ahí y yo hasta acá. Que no pases tal línea porque te declaro la guerra. Que tu mapa no es exactamente como el mío. Este tipo de conflictos crea una increíble cantidad de empleo para los agrimensores, que con sus teodolitos tienen que recorrer el territorio de la pareja intentando descubrir quién tiene razón.
Supongo que para conocer las causas de esta ruptura tendríamos que estudiar historia. Lo cierto es que a partir de hoy, Hungría se separa de Austria.

martes, 29 de octubre de 2013

Cálculo avanzado

Ficción

La cuestión es hacer bien el cálculo. En este caso, la precisión que requiere el objetivo, no permite desestimar ninguna variable. Saben ustedes que siempre se simplifican las cosas cuando uno puede olvidarse del rozamiento con el aire. La gran mayoría de las veces, la simplificación del problema, aún cuando lo aleja muchísimo de la realidad, nos permite seguir teniendo razón. Porque quién va a discutir un error de diez centímetros en quince o veinte metros.
El problema para Jorge es precisamente que el desestimar el rozamiento del aire, en su caso cambia el problema por completo. De hecho, el éxito de su misión depende en gran medida de este fenómeno físico. Cualquiera de nosotros al ver cómo se complica el álgebra de la física cuando nos metemos con los fluidos seguro decidiríamos hacer el cálculo asumiendo que estamos en el vacío. Incluso el objeto al cual Jorge está por aplicar una fuerza sería pensado como un mísero puntito por nosotros. Pero Jorge necesita considerar la rotación de esa pequeña esfera sobre su propio eje. Incluso la rugosidad de la pelota toma cartas en el asunto.
Estamos a veinte metros sobre el nivel del mar, así que las pelotas doblan. Jorge, en apenas unos segundos, intentará golpear la pelota de tal forma que comience a girar sobre su propio eje además de desplazarse para adelante. La masa de la pelota es tan pequeña que puede ser muy afectada por la diferencia de presión que vaya a producirse entre el aire de un lado y el otro. Es que cuando gire afectará la velocidad relativa del fluido con respecto a su superficie de distinta manera en ambos lados. Se sumará también la fuerza de rozamiento entre la pelota y la mesa, cuando esta pique. Y tendrá que hacerlo dos veces para que Jorge gane el punto.
Ahí va. Jorge lanza la pelotita hacia arriba y la impacta con la paleta. El primer pique es casi inmediato. Podemos ver como la trayectoria se desvía hacia la izquierda. El segundo pique se produce muy cerca del borde de la mesa. Su contrincante se estira, pero no la alcanza. Jorge gana once a siete.