lunes, 14 de noviembre de 2011

Mentira en potencia

Divague

No es mi intención hacerlo, pero a veces noto algunos errores en el sistema matemático. Cuando sucede, pienso que estoy equivocado. Por eso reviso mucho mis deducciones. Es que a uno siempre le hablan de la matemática como algo preciso, de inexistente error. Incluso cuando alguien quiere hacer notar que algo no es del todo predecible dice: esto no es matemática. Esta ciencia de los números es necesaria para otras muchas, como la física. Fue justamente intentando resolver un problema de física que di con el verdadero problema. No sé a quien se le ocurrió decir que la intensidad de un campo magnético disminuye en relación al cuadrado de la distancia, cosa que parece ser cierta. El problema es el cuadrado de la distancia. Yo escribí todas las fórmulas y entonces, se me ocurre probar con los milímetros. Y después con los centímetros. Medí la distancia que tenía que medir. Precisamente 36,9 centímetros, o 369 milímetros. Que hasta ese momento eran lo mismo. Pero entonces dejé los cálculos sobre el campo magnético y me puse a probar con la potencia de dos. No podía creer los resultados. Resulta que 36,9 centímetros al cuadrado son 13.6 metros. Y 369 milímetros por 369 milímetros, 136 metros. Yo no niego la relatividad, pero por más que miro y miro la distancia que medí, no puedo creer que sea tan ambigua.

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Sin ayuno

Trasgresión

Hace apenas un minuto Javier salió de su casa. Ha desayunado de una manera llamativamente exagerada. Tan exagerada que hasta podríamos situar su desayuno en un contexto distinto, en esos países en los que la gente apenas se levanta come huevos revueltos. La cantidad de pan con manteca y azúcar que ha comido Javier es sorprendente. Un café con leche y alguna medialuna también. Realmente no se entiende cómo es que puede mantenerse en pie.
Cualquier persona normal podría desayunar así si no fuera a almorzar, pero Javier lo hizo por alguna razón, que aún desconocemos. Hace apenas un instante se bajó del colectivo. Ahora está por atravesar la puerta de un instituto de diagnóstico médico. Empezamos a imaginarnos qué está por hacer. Si fuera un tipo sensato, se sacaría una radiografía o se sometería a una resonancia magnética. Pero Javier se acerca al mostrador de análisis clínicos.
Para este estudio, explica la señorita que lo atiende, necesita doce horas de ayuno. Javier sonríe y asiente. Miente descaradamente. Espera su turno y cuando lo llaman, presta alguna de las venas de su brazo para la extracción. Sale impaciente. No puede esperar a ver los resultados.
En tres o cuatro días, Javier habría pasado a buscar los resultados. Pero dieron tan pero tan mal, que una ambulancia se estacionó en la puerta de su casa. Se bajaron dos enfermeros y sin explicarle nada, se lo llevaron a una clínica. Pasó de largo por más de una puerta. Ahora está aquí en el quirófano, ya anestesiado. Podemos ver como el cirujano coloca el stent, justo antes de hacer el bypass.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Telepatía

Ficción

Ahí lo podemos ver. Justo detrás de ese árbol. A simple vista se nota que es un sujeto lo bastante extraño como para investigar eventos paranormales. Ahora mismo continúa con una de sus más arriesgadas investigaciones. Hace ya tres años que busca una prueba irrefutable de la existencia de la telepatía. Aplica un método poco serio desde el punto de vista científico, pero confía en su resultado. Hace poco le pregunté cómo seguía confiando en un método que no había producido nada en más de treinta meses. No lo había utilizado bien hasta ahora, me respondió. Básicamente, Facundo hablaba cordialmente con cada individuo que se cruzaba en su camino, pero lo hacía para adentro, pensando. Asumió, erróneamente según sus actuales conclusiones, que aquel que fuera telépata decidiría reconocer su anormal capacidad mental sin más. Poco a poco se dio cuenta de que era muy poco probable que alguien le contestara. Sobre todo porque tenía que ser en voz alta, porque él no es ningún telépata. Así que, según sus propias palabras, en el último tiempo comprendió que debía ser más agresivo. Hace ya tres días que camina por la calle pensando cosas horribles de la madre de cada ser que se cruza, piensa insultos inimaginables, violentísimos. Mirá. Ahí, justo en la esquina de la plaza. Parece que finalmente, el método dio resultado. No habría ninguna otra razón para que lo persigan así, a los gritos. No. Lo alcanzaron. Lo van a matar a golpes. Perdón, los dejo, voy a tratar de salvarle la vida.

martes, 1 de noviembre de 2011

Vuelo a pedal

Intento Fallido

Muevo mis piernas. Mis pies mueven los pedales mientras dibujan círculos. Los pedales giran. Una cadena tira de la rueda trasera. Esa rueda gira. Se mueve la bicicleta. La otra rueda gira. Me desplazo a una velocidad importante, para estar arriba de una bicicleta. Un auto puede moverse mucho más rápido, pero usa nafta. Llego a uno de esos valiosos espacios verdes que hay en la ciudad. Uno de los pocos enmarcados por el agua del río. Hay muchos árboles. Pájaros que cantan. Olas que hacen ruido. Viento que salpica. Recorro el espacio, siempre arriba de la bicicleta. No tengo casco. Esto no es revelador ahora, pero ayudará a tomar dimensión de los hechos después. Alcanzo esa velocidad en que las ruedas de cualquier bicicleta comienzan a silbar. Disfruto el aire en mi cara. El viento en contra intenta retrasarme. Más me retrasa un sujeto. Está corriendo justo delante de mí. Siguiendo el mismo sendero. Corre bastante rápido, pero no va en bicicleta. Estoy a punto de tomar una mala decisión. La tomo. Me muevo hacia la izquierda y dejo el sendero. Ya con la bicicleta sobre el pasto me separo del asiento, para poder acelerar y pasar al atleta matutino. Mis piernas dan una vuelta. Un pedal, el del lado derecho, se sale. Abandona la bicicleta. En otro momento me preocuparía porque una bicicleta debe tener dos pedales. Pero me preocupa mi pie. Mejor dicho, el hecho de que ahora mi pie, ya no tiene un pedal debajo. Resulta muy difícil recuperar el equilibrio. La bicicleta se sacude, pero no conmigo. Contra mí. Es momento de tomar otra decisión. No quiero que mis pies queden atorados en la bicicleta. Salto. Paso por encima del manubrio y mi pecho choca con la rueda delantera. Toco el pasto con la cara y la bicicleta me sobrevuela. Cae más adelante. Me duele bastante. El atleta matutino regresa y me pregunta si estoy bien. Respondo que sí. Aunque sigo detrás de él.