martes, 19 de octubre de 2010

Paralelismo

Ficción

La mayor tragedia de la historia de la democracia sucedió en aquel país. Aquel pueblo que se equivocó en la urnas como ningún otro. Ningún otro cantidato hubiera sido el definitivo destructor de la nación. La nación que será recordada como aquella que fue consumida por la estupidez.

Era la primera vez que alcanzaba la presidencia un candidato paralelista, una ideología política inexistente en otros países, que llamó la atención del electorado por ser novedosa. Durante los primeros meses de su mandato el presidente manejó muy bien las cosas y disfrutó de una imagen positiva de elevado porcentaje. La catástrofe ocurrió el día en que decidió, por ser un fundamentalista del paralelismo, desestimar las perpendiculares.

Entonces, con un fanatismo ilimitado, decidió llamar a las estaciones de subte como la calle que el tren transitaba y no como aquellas que cruzaba. Fue tal la confusión que generó en la población que todas las estaciones se llamaran igual, que nadie pudo llegar a trabajar. El estado quebró, habiendo sufrido la huelga involuntaria más masiva de la historia.
El país fue vendido a un millonario.