sábado, 29 de enero de 2011

Babel

Divague

Es hora de demostrarle a dios de lo que estamos hechos. Es tiempo de que, como superprimates que somos, concretemos algunos objetivos audaces, que habiendo fracasado en su primer intento no volvieron a intentarse. Llegó el momento de la venganza. Nos tomó siglos volver a entendernos, traducir una lengua a otra después de que el rey del universo, sintiéndose incómodo ante aquel gran atrevimiento arquitectónico nos condenara a la más infinita confusión comunicacional.
En la antigüedad los arquitectos no iban a la universidad, los materiales no eran de gran calidad. Los hombres aún eran demasiado monos. Pero hoy, cuando ya han pasado más de dos mil años desde el nacimiento terrestre de dios, estamos en condiciones de lograr lo que antaño no conseguimos. Pero no hay que hacerlo de la misma forma. Si aquellos hombres que nunca viajaron en avión intentaron hacer una torre de debilísima delgadez que alcanzara el cielo, nosotros, hombres que sabemos manejar computadoras, tenemos que construir en el cielo una ciudad completa.
Babel será una ciudad de ensueño. Una ciudad en la que todos caminarán por la calle con su tanque de oxígeno y una buena cantidad de hojas de coca en la boca, para evitar el apunamiento. Una metrópoli nunca imaginada por la ciencia ficción, en la que no harán falta los sistemas acondicionadores de aire, porque todo estará congelado. Una ciudad sólo para los que deseen estar por encima de las nubes.
Aprovechando las enormes montañas del Himalaya, rellenando con hormigón el espacio entre sus picos, conseguiremos disponer de un emplazamiento para Babel a 8800 metros. Una vez lograda la nivelación del terreno, se procederá a la construcción de las primeras casas. La cantidad de material para rellenar semejante volumen de espacio se obtendrá dinamitando la Cordillera de los Andes, haciendo uso de toda la arena del desierto de Gobi, hidratando la mezcla con el agua del Océano Índico.
Alguien sugirió construir la ciudad sobre una plataforma metálica que hiciera equilibrio sobre la cima del Everest. Si bien se ahorrarían gran cantidad de recursos naturales, se descartó por cosiderarse muy peligroso. El estudio de impacto ambiental asegura que el peso del hormigón no alcanza a mover el centro de gravedad del planeta lo suficiente para que este se salga de su orbita.