jueves, 17 de febrero de 2011

Inspiración

Ficción

Esta es la historia de una admiradora y su admirado. Él no sabía quien era y nunca la había visto. Ella soñaba con estar frente a él para decirle cuánto la inspiraba. Claro que en aquel entonces, no pensaba que ese efecto que él tenía sobre ella fuera tan literal. Pero es un riesgo que se corre. Casi todo el tiempo vamos por la vida hablando en términos metafóricos o al menos abstractos, sin pensar en ningún momento qué sucedería de volverse, todas las pavadas que imaginamos, una realidad tangible y dolorosa. Ella caminaba por la calle, siempre fantaseando con cruzarse a su admirado en cualquier esquina. Siempre en la esquina, porque no le gustaba la mitad de cuadra. Siempre consciente de que encontrarse con Gervasio Alonso era infinitamente improbable. Tan genial lo pensaba a Gervasio que pensaba que no caminaba por la calle. Que se teletransportaba. Que se hallaba en todos lados y ninguno. Pero ahí estaba, y como no lo vio, casi se lo lleva puesto. Ahí en mitad de cuadra. Aturdida, ella quedó petrificada. Justo cuando Alonso pronunciaba sus disculpas por estrellarse contra ella, supo qué tenía que decirle. Usted me inspira, expresó con ansiedad. Y ahí nomás, la próxima inspiración de Gervasio Alonso la succionó. Primero sus pelos, después su cabeza. Dividiéndose su femenino cuerpo en partes iguales, aprovechando ambas fosas nasales. Atravesó su laringe, su tráquea, sus bronquios. Una vez en sus pulmones, sintió como era despedazada. Su oxígeno se fue a la sangre de Alonso, lo demás salió exhalado a la ciudad.