viernes, 11 de marzo de 2011

Terrorista del caos

Ficción

Cuando ella nació, sus padres se decidieron por un nombre árabe. Le pusieron Oriana, un nombre muy bonito. Claro que el origen de su nombre, condicionó a Oriana en gran medida, confundiéndola muchísimo. Nunca se supo muy bien cuál fue la causa que la llevó a creerse tan árabe como su nombre. Sus padres eran argentinos, descendientes de inmigrantes italianos. De esos que llegaron muy temprano a Sudamérica, cuando todavía no estaba cerca el siglo pasado. Así que nadie comprendió a Oriana cuando empezó a salir a la calle con un pañuelo que le tapaba la cabeza.
Claro que el pañuelo nunca fue el problema. Oriana, a pesar de ser muy inteligente, al crecer, se había vuelto fundamentalista. Intentaron explicarle que no era ninguna terrorista árabe, pero ella no hizo caso. Siempre tuvo muy claro que estaba lejos de medio oriente, que no había grupos terroristas en los que participar cerca de su casa. Pero Oriana, como ya dije, era muy inteligente. Tan inteligente, que una tarde de verano, mientras paseaba por la ciudad de Buenos Aires, entendió la teoría del caos en un instante. Entonces supo que podría perpetrar el atentado perfecto. Lo haría valiéndose del efecto mariposa.
Volvió a su casa y se fue enseguida a la terraza. Se sentó en el suelo y observó las nubes un rato. Eligió una planta bastante linda, con una maseta de losa colorada. Agarró con la mano su tronco y le dio un pequeño sacudón, muy leve. Las hojas apenas se movieron.
Mientras Oriana continuaba con su vida normal, la perturbación que aquellas hojas generaron en el aire viajó a Brasil, donde obligó a una bandada de gaviotas a desviarse al oeste. Aquel cambio en la ruta de las gaviotas hizo lo suyo con algunas nubes en Puerto Rico. No sé muy bien como siguió la cosa, pero siete días después de que Oriana moviera la planta de su terraza, una feroz tormenta descargó sus rayos sobre las embajadas yanquis de Irán, Irak y Libia. Le falló el cálculo a Oriana con la embajada en Egipto. Allí sopló un viento en contra y el rayo quemó los turbantes de un par de jeques.