sábado, 16 de junio de 2012

turbaecPinor

Anagrama

Cada uno tiene consciencia de un universo bastante más grande que uno, porque se sabe chiquito. Pero si es muy pequeño, quizás ese universo que considera también lo es, al menos en relación con otros. Acá está oscuro y no veríamos nada si no estuviéramos leyendo. Todo está quieto, pero a punto de moverse, en cámara lenta.
Ella no existe, hasta ahora. ¿La ven? Un golpe acaba de darle vida, como si se tratara de un dios externo al sistema. Ella ahora vive, pero no tiene tiempo de hacerse preguntas. Siente algo que la tira hacia arriba. Viaja muy rápido y cubre una distancia enorme o mínima, eso depende de la unidad de medida. Piensa que quizás no se detenga nunca, pero choca violentamente y rebota en sentido contrario. Ahora siente que la tiran hacia abajo. Choca otra vez. Vuelve para arriba.
Así está un rato, moviéndose con una velocidad constante, rebotando interminablemente. Le alcanza el tiempo para pensar un poco y creer que su existencia consiste simplemente en esto. Rebotar y rebotar sin detenerse. Pero justo en ese momento, las cosas se aceleran. Siente que se deforma. Como si viajara a otro planeta y fuera sometida a una aceleración gravitatoria diferente.
En seguida vuelve a sentir una deformación. Pero ahora tiene claro que se expande. Como un líquido al desparramarse por el suelo. Ya no rebota contra ningún lado, pero se deforma rítmicamente, un rato cóncava un rato convexa. Hasta que en un momento, empieza a crecer todavía más. Ahora lo hace en un solo sentido y empieza a tener miedo.
Ella entiende que cuanto más se estira, más cerca está de la muerte. Sin embargo, contra todos sus pronósticos, cuando ya no le queda resto, una parte de ella se mete por un túnel muy curioso. Atraviesa una pequeña membrana y viaja a través de una hilera de huesos. Se transforma en corriente eléctrica y queda alojada en el cerebro de alguien.

Cuando adentro de un piano, uno de los 88 martillos golpea una cuerda, produce una perturbación que viaja a través de ella con una velocidad determinada. El puente la transmite a la tabla acústica, que la suelta en el aire. El sonido decae rápidamente. Si la perturbación permaneciera en la cuerda, viviría mucho más tiempo. Aunque no la escucharía nadie.