viernes, 13 de marzo de 2015

Dos pájaros

Ficción

No lo escribimos en ningún momento, pero el asesino de los refranes se llama Adrián. A estas alturas ya mató tres personas inocentes. Un trío de víctimas compuesto por dos personas cualquiera y un político. Pero aunque estemos hablando de una cosa terrible, es su vocación.
Mientras prepara el próximo capítulo de su serie de matanzas, Tomás, uno de los mejores detectives de la historia de la literatura, trabaja en conjunto con la policía. Fue justamente él quien descubrió el sentido discursivo de los asesinatos. Las hebras del hilo conductor de los crímenes son conocidos dichos populares.
El que toca ahora es ese que habla de matar dos pájaros de un tiro. Lo que nos hace sospechar que esta vez las víctimas van a ser dos. Aunque también podrían ser pájaros. Lo cierto es que el homicida se tomó un tren y salió de la ciudad hacia el sur. Tomó también un colectivo y después tuvo que caminar kilómetros.
Ahora está en un aeródromo, de esos en que los fanáticos del vuelo usan sus avionetas y planeadores. En el cielo se distingue un grupo de hombres flotantes, maniobrando sus parapentes. Adrián está muy concentrado. Quizás porque no puede matar de más. Si las víctimas son tres nadie va a poder descubrir en que refrán se basa su próximo crimen.
Frío como pocos, saca un boomerang de la mochila. Uno con las alas bien afiladas. Ve cómo dos deportistas se separan del grupo y reflexiona. Hace unos pequeños gestos preparatorios, muy parecidos a los de los lanzadores del deporte del bate. Inspira y para cuando suelta el aire de sus pulmones el boomerang vuela hacia arriba. Empieza a describir una curva elegante, de un radio enorme.
El arma cortó dos correas y uno de los deportistas no pudo evitar enredarse con el otro. Dieron unas vueltas. La mala suerte, o la extrema destreza de Adrián, quiso que ambos chocaran, cabeza con cabeza. Después cayeron al suelo. Casi no hicieron ruido.
El asesino escapó sin que lo vean. Unos minutos más tarde llegó la policía, sin que la llamen. Tomás imaginó lo de matar dos pájaros de un tiro y pidió vigilancia para todos los aeródromos de la zona. Pero llegó un cachito tarde.