Ficción
El microcineasta argentino Rubén Film volvió a mostrar de lo que está hecho. Su nuevo microfilm es una clara muestra de cómo se puede concentrar en sólo unos segundos una tremenda cantidad de absurdo y ridiculez. La película, proyectada esta vez justo antes de la última película de Spielberg en un cine de la ciudad, logró confundir a gran parte de la audiencia.
Como siempre, la gente común, pensó que lo que estaba viendo era otra publicidad de esas que molestan antes de la función. Pero quizás Máquina haya conseguido capturar la mayor parte de la atención de los presentes.
Film no es un artista que de tiempo a pensar. Sus obras resultan muy breves, sobre todo para el público que distraído se pierde la primera mitad. Máquina se construye a partir de un pequeñísimo número de tomas de una máquina de coser y la brillante actuación de un par de manos cuya dueña se desconoce (parecen ser de mujer). Usando grandes aperturas el director consigue una profundidad de campo muy corta. Hecho que revela una filmación cercana, probablemente con cámara en mano.
No es fácil llegar a una conclusión frente a una película tan breve. Sin embargo, puede destacarse la calidad fílmica y la sutil banda sonora, que evoluciona aún en el corto tiempo que tiene, hacia un final concreto y seguro. Construida a partir del sonido de la misma máquina de coser que llena de color la pantalla, superpone sus ruidos de una manera estéticamente bien resuelta. Incluyendo un juego entre parlantes muy entretenido. Uno imagina la máquina dándole vueltas.
Pensé que la película no pretendía más que ocupar el tiempo, pero cuando consulté al desconocido cineasta, quien estaba sentado entre la gente con una boina para no ser reconocido, me comentó la valiosa intención de criticar a los talleres textiles clandestinos. Es horrible que exista esclavitud todavía, se quejó. Yo ni lo hubiera imaginado.