martes, 1 de febrero de 2011

Fuga a la suerte

Ficción

Marcelo nunca se había considerado un hombre con suerte, aunque tampoco era de esos que aburrían a sus interlocutores con quejas permanentes. Tenía una buena vida y un buen trabajo. Si no se consideraba un hombre de gran fortuna, era más bien porque jamás había podido vencer a su abuela en un partido de canasta. Ni hablar de los dados. Digamos que toda situación de la vida que incluyera azar, no le era favorable.
Aquel día, Marcelo disfrutaba de una fiesta. Reunión de amigos no tan amigos, de esos que sólo se ven en grandes reuniones impersonales. El ruido que lo aturdía estaba compuesto de un treinta por ciento de música, diez por ciento de sonidos provocados por los distintos elementos de la bajilla, un cincuenta y cinco por ciento de bullicio... El cinco por ciento restante eran los quejidos de su estómago.
Toda fiesta no puede estar exenta de ciertos accidentes. Uno de los más famosos e irrenunciables es el desborde de bebida por caída de vaso. Cumpliéndose siempre la ley de Murphy, el líquido siempre manchará un mantel. A veces también le cae encima a un asistente. Como no podía ser de otra manera, la cerveza manchó la bermuda de Marcelo. El torpe culpable del hecho puso cara de nada. El pesimista de la fiesta anunció su predicción astrológica. Eso no sale más.
Muy acostumbrado a estos infortunios, Marcelo no se preocupó para nada. Volvió a su casa, tomó un gran vaso de agua fresca. Fue directamente a su dormitorio sin ninguna intención de limpiar la mancha. Liberó a sus pies del calor de los zapatos y se sacó la remera. Después de lavarse los dientes velozmente, volvió al cuarto. Desabrochó el botón de la bermuda y tiró hacia abajo. Lo intentó de nuevo. Con más fuerza. Ahora con desesperación. Su mirada espió el exterior a través de la ventana. Se quedó en silencio. Nunca creyó que la predicción del pesimista, se refiriera a la bermuda.