Ficción
Aquel pobre hombre que intentó en vano perseguir al fotógrafo Gabriel Click en el pueblo perdido de la quebrada sintió una sorpresa de gran impacto cuando acompañó a la policía al lugar del hecho. El cactus, las piedras y el suelo que hasta hacía media hora mostraban manchas de colores estaban como nuevos. El cuidador no lo sabía, pero Gabriel era muy respetuoso del medio ambiente y había salpicado el paisaje con tinturas que al contacto con el aire desaparecían. Sobre todo en lugares secos como ese.
Gabriel viajó entonces libre de culpa y cargo hacia El Rodeo. Después de un descanso siguió de largo. Pero bien de largo. Hasta que después de pasar por Las Juntas y Piedras Blancas llegó a Humaya. Ahí la ruta se terminaba. Así que contrató a un lugareño para que lleve el auto hasta Andalgalá. Lugar en el que Gabriel volvería al volante después de cruzar los cerros a caballo, recorriendo casi cincuenta kilómetros. Se animó a recorrer la ruta de ripio que lleva a Belén y de ahí fue al sudoeste, hasta Londres. No la capital europea, el pueblito de Catamarca.
Una madrugada se levantó y se dirigió al noroeste hasta alcanzar las ruinas de El Shincal. Era muy temprano y no había amanecido. Así que Gabriel se metió de sopetón en el yacimiento arqueológico y empezó a preparar su foto mientras los responsables del lugar dormían.
Pintó algunas de las piedras en una de las pircas. Usó rojo, amarillo, naranja, violeta y verde. No tardó mucho. Tampoco pintó toda la pared. Para cuando se dio ese fenómeno óptico propio de los amaneceres, el cielo se mostró color salmón y después de un momento de reflexión Click sacó la foto.
Para cuando los primeros visitantes vieron la pared ya los colores eran tenues. Los responsables del lugar no tenían ni idea qué había pasado. Mientras intentaban desentrañar el misterio, Gabriel viajaba hacia el norte, por la famosa ruta cuarenta.
Sabía que era temprano porque las cámaras modernas solemos tener reloj con fecha y hora. Cuando abrí el ojo, vi un hermoso cielo un poco rojizo un poco amarillento. Una pared hecha de piedras, dispuestas con cuidado, mostraba algunas manchas de colores. No les puedo decir qué colores. Todavía no logro ver los detalles tan rápido.