Ficción
Gabriel había podido salir de Tilcara sin llamar la atención. Había sacado una foto increíble y nadie sospechó de su pintura nocturna. La preocupación de los habitantes locales desapareció cuando vieron que el primer chaparroncito lavó todo. Como la policía tucumana no había sido demasiado eficiente nadie estaba en condiciones de asociar lo ocurrido en Tilcara y las cercanías de Amaicha del Valle. Aunque eso no significaba que no fuera a ocurrir en el futuro.
El fotógrafo viajó al sur por la ruta nueve y dobló a la izquierda en la 52. Paseó un rato largo por la feria de Purmamarca mientras anotaba alguna que otra idea en una libreta. ¿Están pensando lo mismo que yo? Sí, está planificando la próxima foto. Seguro vino hasta acá para colorear el cerro de los colores. Esta vez no nos vamos a distraer.
Después de comerse unas empanadas fue hasta el auto. Ya estaba oscuro pero se podía ver cómo Gabriel teñía el agua contenida en unos tanques. También cómo los acomodaba en una extraña mochila, especialmente preparada. Una pequeña bomba, una batería y una manguera con un aspersor en la punta, completaban un increíble dispositivo. Debe haber usado el mismo para pintar el reflejo del cielo en Tilcara.
Camina sin hacer demasiado ruido mientras los turistas se distraen en la plaza principal del pueblo cantando chacareras y huaynos. No usa linterna para no ser visto. Mientras escala el cerro de los colores, intentando recorrer toda la ladera vista desde el pueblo, va rociando el suelo. Cada tanto desconecta la manguera de un tanque para enchufarla en otro.
A la mañana temprano, Gabriel cruzó el río y fue subiendo al cerro ubicado en frente del pueblo con cuidado. Cada tanto se daba vuelta para ver si la altura era suficiente para la toma que estaba buscando. En cierto momento se mostró conforme. Se agachó y sacó la cámara. Buscó el encuadre mirando un poco más hacia el este. Probó dejando el cerro pintado al centro, al costado. También con un leve acercamiento.
Esta vez tardó un rato más que de costumbre. Sacó una foto pero no se sintió conforme con la luz. Dejó que el sol subiera un poco más. Mientras tanto en el pueblo se percibía bastante movimiento, la municipalidad trataba de explicar a los turistas que esos no eran los colores naturales de Purmamarca.
Click sacó la foto y bajó con cuidado. Cruzó el río y se subió al auto. Siguió hacia el oeste. Un rato más tarde llegó hasta el pueblo la noticia. Un loco había pintado el paisaje también en Tilcara y Amaicha.
Vi una montaña. Tenía unos colores hermosos, pero extrañamente vívidos. Al rato volví a ver lo mismo. Me alcanzó para distinguir rosa, azul, verde, marrón, violeta, naranja y blanco. Aunque el blanco quizás haya sido un poco de nieve.