lunes, 28 de febrero de 2011

Horizonte estático

Ficción

Y así, con normalidad, ocurrió esta historia que me dispongo a relatar, otra prueba irrefutable de cómo la realidad siempre termina superando a la ficción. Porque sucedió lo que nadie había podido imaginar. Es que el horizonte se quedó quieto. Ustedes saben tanto como yo, que el horizonte siempre se había encaprichado en mantener una distancia constante entre él y cualquiera de nosotros. Cuando digo que se quedó quieto, digo que de repente, se congeló. Ya no persigue con locura nuestras pupilas empeñándose en estar siempre a la altura de nuestros ojos. Si no me creen, pueden buscarlo y hacer la prueba. A pesar de que se trata de un hecho sobrenatural exagerado, sólo encontré una persona intrigada con el asunto. Tomás fue el único que compartió conmigo el interés por el horizonte estático. Claro que mi interés se podía describir como teórico filosófico, mientras el suyo era totalmente práctico. Es que Tomás quería verlo de cerca, estar ahí. Me propuso una travesía ridícula, quería asomarse, mirar más allá. No digo que no fuera un viaje poético, pero me asustaba un poco. No sé bien por qué actué con tanta insensatez, aceptando el desafío, embarcándome en una lancha con un pequeño motor fuera de borda hacia lo que antes era una simple línea en el mar. Pronto se nos acabó el combustible y tuvimos que remar, pescábamos para comer y de a poco nos terminábamos las cantimploras. Pero llegamos. Tardamos mucho, pero alcanzamos el horizonte. Pensé que Tomás iba a quedar conforme con eso. El loco me propuso saltar. Zambullirme en la nada, porque eso era lo que había más allá del mar. Dijo que era lo único que le quedaba por hacer. Le pedí que me ayudara a volver a mí. Yo sí quería volver. Hizo como que no me escuchó. Saltó. Y yo me quedé solo en la lancha, flotando en el borde del mundo. Ahora ya no tengo agua en la cantimplora, hace días que me hidrato con mar con sal. Ya casi no pesco. Supongo que me estoy muriendo. Todo sería más fácil si el agua cayera y me llevara con ella, en una catarata hacia la inexistencia.

sábado, 26 de febrero de 2011

La maratón hipnótica

Metanoticia

Hace pocos días se puso en marcha, en la ciudad japonesa de Osaka, la primera maratón robótica de la historia. Cinco máquinas bípedas comenzaron a dar vueltas alrededor de una pista a la que, para completar los cuarenta y dos kilómetros del recorrido, tuvieron que darle cuatrocientas veintidós vueltas.
Sólo uno de los cinco participantes mecánicos no pudo completar la prueba. Los otros cuatro habrían cubierto la distancia total, aunque algunos lo habrían hecho con un poco de ayuda para levantarse cuando se caían o con el cambio de baterías si se cansaban.
Aunque lo más increíble de este evento electrónico y deportivo, fue el estado hipnótico en el que quedó el público de la platea cuando el robot que llevaba la delantera completó la centésima tercera vuelta. Todos quedaron quietos, con los ojos abiertos, incapaces de pronunciar palabra. No hablaban, no prestaban atención. Respiraban relajadamente.
Debido a que los especialistas recomendaron no trasladar a los espectadores en ese estado al hospital, todos permanecieron el resto de la prueba en sus sillas. Cuando los cuatro audaces artilugios mecánicos dieron por terminada la maratón, se procedió a intentar despertar a los espectadores.
Lamentablemente, han fracasado todos los métodos tradicionales. Los especialistas han dado palmadas frente a los ojos de los hipnotizados, han chasqueado dedos y hasta les han dado cachetadas. Dado que la platea debe ser usada para albergar al público de un partido de tenis de mesa, los médicos decidieron poner a prueba el último recurso.
Durante las próximas horas, los maratonistas electrónicos, deberán dar las mismas ciento tres vueltas que hipnotizaron al público, pero en sentido contrario.

viernes, 25 de febrero de 2011

Licitación pendiente

Ficción

Cuando Raúl, totalmente nuevo en esto de ser fantasma, se acordó de haber oído a su hermana decir que los espíritus que dejan cosas pendientes no pueden instalarse en el cielo, pensó enseguida en la licitación. No le preocupaba estar muerto, pero sentía que así de fallecido como estaba, no tenía sentido quedarse en la ciudad.
Se acordó de que la licitación estaba en su portafolio, el que llevaba cuando lo atropellaron. Así que volvió hasta la esquina, con mucho cuidado, intentando que nadie lo reconociera. No sabía bien por qué la gente podía verlo. Su ángel no le había explicado nada de la loción de invisibilidad.
Cuando llego al lugar de la tragedia, se sintió incómodo. Ni su cuerpo ni sus cosas estaban. Cómo iba a adivinar él a qué hospital se lo habían llevado. Es bastante largo de contar. Digamos que Raúl averiguó el paradero de su portafolio gracias a los aportes de los demás fantasmas que estaban ahí donde lo atropellaron. Y no es que los vivos no fueran cordiales, pero no habían prestado demasiada atención. Sólo los fantasmas tenían tan poco que hacer como para divertirse siguiendo una ambulancia por la ciudad. Así fue que Raúl, durante el ocaso, encontró su portafolio esperando ser reclamado por familiares del occiso.
Lo tomó con las manos. No. No lo tomó nada.
Fue una gran desilusión para él darse cuenta de que los fantasmas no pueden agarrar las cosas, porque renuncian a ese privilegio para poder atravesar paredes.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Palabras extintas

Divague

Es realmente lamentable la noticia que hoy me toca transmitirles. Se trata de un rumor que de confirmarse no dejará que termine de escribir estas líneas. Las palabras se están extinguiendo. Es difícil saber cuáles pueden ser las consecuencias de la extinc el agotamiento de las pa las combinaciones de letras para nomb pa designar a las cosas.
Nadie duda d que es grave la sit la cuestión. Sabiendo al hombre dependiente de ellas no sab no se sa no es posible predecir cómo vamos a comunicarnos en el futur.
Al principio desaparecen del papel, pero luego también la men l cerebro, y uno mismo no pue es capaz de pensar, porque es imposible pe razonar sin.
Difícil escri redactar sin. Lo más dif jodido mundo. Ya no seguir.
¡Mierd!

lunes, 21 de febrero de 2011

Muerte en el acto

Ficción

Es mundialmente sabido que las personas que mueren repentinamente y tienen algún tema importante pendiente, quedan anclados en este plano de la realidad volviéndose fantasmas. Seres en otros tiempos temidos que hoy son objeto de intensas investigaciones esotéricas.
Es el caso de Raúl. Ingeniero importante, de esos que se dedican a dibujar los planos de represas hidroeléctricas y plantas nucleares. Persona muy inteligente y de gran experiencia que creyó innecesario tener cuidado al cruzar la calle. Individuo atropellado por un camión de caudales que, al golpearlo con violencia, lo mató en el acto.
Tan en el acto lo mató, que Raúl se puso de pie en seguida, dejando su cuerpo tirado en el piso. Notó que había más seres a su alrededor, porque ahora gozaba de ese privilegio que tienen los fantasmas, que siguen viendo a la gente común pero ven también a todo ser transparente. La gente escandalizada daba gritos de terror. Es que veía a dos raúles. Sí, a dos ingenieros iguales. Lo que pasa es que el recién fallecido se había salido de su cuerpo muy rápido, sin darle tiempo a su ángel de la guarda a que le explicara cómo debía proceder.
Todo muerto con causas pendientes, en su caso la entrega de una licitación, debía permanecer en su cuerpo hasta tanto fuera trasladado al hospital. Luego un ángel lo buscaría trayéndole un frasco de loción de invisibilidad. Pero el pobre de Raúl la pasó mal. Es que su ángel, al verlo salido de su cuerpo tan rápidamente, se enfureció. Y así de enojado, sin explicarle nada, se fue volando a la oficina, sin darle la loción.
Raúl, que al ver su cuerpo en el piso entendió que había muerto, que al oír los gritos de la gente supo que lo veían también a él, corrió unas cuadras alejándose del lugar de la tragedia.

sábado, 19 de febrero de 2011

Los agujeros de las hojas

Proceso

Durante muchos años los estados del mundo han intentado mantener en secreto el método más comúnmente utilizado para hacer los agujeros de las hojas de carpeta. Pero la era digital pone en jaque todo misterio gubernamental, publicando abiertamente esas cosas que nadie tenía que saber.
Las hojas de carpeta, como todos suponen bien, no nacen con agujeros. Ni con renglones. Pero los renglones son cosa fácil, porque sólo hay que contratar muy buenos calígrafos y pedirles que pinten líneas rectas paralelas y equidistantes en la superficie del papel. Si bien cada vez hay menos calígrafos capacitados, en algunas fábricas han sido reemplazados por simples empleados con regla. Incluso en los países desarrollados existen brazos robóticos, que cansados de soldar las partes de los autos, se vuelcan a pintar renglones.
Cuando las hojas están listas son llevadas a un predio perteneciente a la secretaría de inteligencia del estado fabricante. Allí son colgadas de una soga, dispuestas una al lado de la otra. Y a un kilómetro de distancia, los mejores agentes secretos, todos ellos muy bien entrenados, calibran las miras telescópicas de sus rifles de larga distancia, calibre especial. Consideran el viento y la caída del proyectil. Disparan. Y es así como van haciendo de a uno, todos los agujeros de las hojas de carpeta.
Se preguntarán ustedes por qué no les disparan de cerca, pero se les escapa el tema de la temperatura. La bala sale tan caliente del caño que la dispara, que quemaría la hoja dejándole una aureola marroncita. Existen otros métodos, menos frecuentes, de hacer agujeros en hojas de carpeta. Desde los procesos esclavistas que requieren millones de empleados con agujereadoras hasta los automatizados con troqueladoras de control numérico.

jueves, 17 de febrero de 2011

Inspiración

Ficción

Esta es la historia de una admiradora y su admirado. Él no sabía quien era y nunca la había visto. Ella soñaba con estar frente a él para decirle cuánto la inspiraba. Claro que en aquel entonces, no pensaba que ese efecto que él tenía sobre ella fuera tan literal. Pero es un riesgo que se corre. Casi todo el tiempo vamos por la vida hablando en términos metafóricos o al menos abstractos, sin pensar en ningún momento qué sucedería de volverse, todas las pavadas que imaginamos, una realidad tangible y dolorosa. Ella caminaba por la calle, siempre fantaseando con cruzarse a su admirado en cualquier esquina. Siempre en la esquina, porque no le gustaba la mitad de cuadra. Siempre consciente de que encontrarse con Gervasio Alonso era infinitamente improbable. Tan genial lo pensaba a Gervasio que pensaba que no caminaba por la calle. Que se teletransportaba. Que se hallaba en todos lados y ninguno. Pero ahí estaba, y como no lo vio, casi se lo lleva puesto. Ahí en mitad de cuadra. Aturdida, ella quedó petrificada. Justo cuando Alonso pronunciaba sus disculpas por estrellarse contra ella, supo qué tenía que decirle. Usted me inspira, expresó con ansiedad. Y ahí nomás, la próxima inspiración de Gervasio Alonso la succionó. Primero sus pelos, después su cabeza. Dividiéndose su femenino cuerpo en partes iguales, aprovechando ambas fosas nasales. Atravesó su laringe, su tráquea, sus bronquios. Una vez en sus pulmones, sintió como era despedazada. Su oxígeno se fue a la sangre de Alonso, lo demás salió exhalado a la ciudad.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Nominación

Noticia Cierta

Revista de letras dio a conocer en el día de ayer a los nominados de los II Premios Rdl. Con esta iniciativa, la revista literaria reconocerá a los mejores blogs en español de creación y crítica literaria. El premio está dividido en tres categorías y será decidido por el público, que podrá votar a través de internet hasta el día 2 de marzo de 2011.
Se supo que Percepciones de la ignorancia es uno de los cinco nominados en la categoría internacional de creación y/o crítica literaria, compartiendo el privilegio con Puros cuentos, Un esqueleto en el escritorio, El melancólico vacío y el atrevido Y ahora, ¿Qué hora es en Australia?
Rodrigo Valla, consultado por su propio blog, dijo estar muy conforme con la nominación y reconoció que le gustaría ganar el premio, aunque enseguida mostró más sensatez y expresó saber que es cosa difícil ya que los otros cuatro nominados también tienen lo suyo.
Cuando él mismo, escribiendo este texto, se preguntó acerca de las expectativas que le genera esta nominación, se respondió confundido: “La verdad que lo veo difícil, ayer ni bien me enteré de la nominación miré un poco los otros blogs nominados y sentí una muy extraña sensación, no sé bien a quién voy a votar”.
Rodrigo, autor de este blog y también de este texto, entrevistándose a sí mismo, reconoció finalmente que esta nominación de la revista literaria española es muy positiva para Percepciones de la ignorancia, acercando a gran cantidad de nuevos lectores que probablemente voten a otro.

lunes, 14 de febrero de 2011

Mar asesino

Intento Fallido

Me despierto en una localidad de la costa. Tengo una regresión a la infancia. Miró por la ventana para saber si el mar deja lugar para poner la sombrilla. Ahí nomás empieza una ceremonia. Que la malla, que el protector, las lonas, la sombrilla y los tejos. Justo cuando estoy cerrando la puerta me acuerdo de mi tabla para barrenar. No quiero salir sin ella.
Sigo todos los pasos de la secuencia. Llego a la playa, me quemo los pies con la arena y la hago volar con la parte trasera de la ojota, ganándome algunas miradas de desprecio. Como si fuera un conquistador americano, clavo la sombrilla y me instalo en una parcela. Un pequeño rectángulo de tres por cuatro. Estiro la lona anclándola con las ojotas y los tejos. Miro el mar y escucho su zumbido.
Ya dejé atrás mi parcela. Tengo los pies en el agua. Sostengo con el brazo mi tabla de barrenar. Resisto el frío mientras mi cuerpo se sumerge. La espuma de una hola me salpica hasta el ojo. Ya semicongelado supero la rompiente. Me subo a la tabla. Espero.
Parece que es esa. Sí, es esa. Siento como me elevo con el agua, remo con los brazos para que no se me escape. Hago demasiada fuerza y supero la cresta de la ola. Ahora me persigue. Es demasiado tarde.
La ola rompe justo en mi espalda. La tabla se hunde, y tanto ella como yo nos doblamos como un camarón.
Ahora el agua nos da vueltas. Nos marea y nos sacude. Nos duele la espalda.
Necesito respirar pero no sé a dónde está el piso.
Quiero un cuello ortopédico.

sábado, 12 de febrero de 2011

Canudos

Percepción

La realidad supera la ficción. Esos dicen muchos. La historia da muchas razones para sostener esto, aún sabiéndose la imaginación humana, un recurso sumamente creativo e ilimitado.
Mario Vargas Llosa publicó en 1981 La guerra del fin del mundo, una novela histórica acerca de la Guerra de Canudos, una de esas realidades que supera la ficción. Un hecho muy extraño, en su origen y desarrollo. Con un final que no podría ser más atroz.
La historia ocurre en la última década del siglo XIX. Se ubica en la provincia brasileña de Bahía. Un profeta religioso, no estoy seguro si falso o verdadero, recorre los distintos pueblos predicando. Más recorre, más seguidores tiene. Antonio Consejero cautiva a todos. Hasta los delincuentes más violentos lo siguen, arrepentidos de su pasado. En 1893, este profeta, cristiano en el discurso pero bastante más parecido a los profetas judíos en los hechos, decide establecerse en Canudos. Junto con sus seguidores, construye un asentamiento urbano, que llegará a ser toda una ciudad.
El gobierno provincial, sabiendo que gran parte de la población se iba hacia Canudos dejando su hogar y trabajo, cansado de los asaltos de los seguidores del consejero, que robaban animales y todo lo que necesitaban, decide sacarlos a la fuerza. Pero lo que parecía un trámite fue una matanza. Después de ser rechazada la primera expedición militar a Canudos, el gobierno federal envía al séptimo regimiento a cargo sanguinario coronel Moreira César. Más de mil hombres con cañones y todo, que son rechazados por Canudos. El legendario coronel muere en la batalla.
Entonces el estado brasileño no quiere alargar más la contienda. Envía soldados de diecisiete estados, incontables armas, gran cantidad de cañones. Pero la hostilidad del clima y la fiereza de los habitantes de Canudos resisten mucho más de lo esperado. El ejército termina quemando toda la ciudad, degollando a todos los sobrevivientes.
Se trata sin duda de un hecho muy difícil de imaginar. Y pone de manifiesto, cuan difícil puede ser vencer a un grupo de personas cuya principal arma es la convicción. Porque por más de que hayan sido confundidos con un levantamiento monárquico, los habitantes de Canudos sólo eran personas humildes y exdelincuentes, convencidos de que ese sería el único lugar que sobreviviría al fin del mundo.

viernes, 11 de febrero de 2011

La creación

Ficción

La habitación es pequeña, aunque quizás sea poco preciso decirle así. En las paredes del taller, muy cercanas una de la otra, puede oírse el tímido rebote de un sonido. El sonido de una herramienta que acaricia un pedazo de madera. No se trata de un carpintero. La mano que trabaja con una serenidad meditativa, pertenece a un artista. Un hombre que desde hace años, aún sin ser viejo, le permite a los restos de un árbol, resonar y comunicarse con el mundo.
Andrés es más joven de lo que piensan, y el taller es todavía más chico de lo que se imaginaron. Pero el arte no depende de la edad del genio ni de las comodidades de las que disfruta. Así que en este rincón barrial de Buenos Aires, está por ocurrir un milagro. Andrés está retocando la tapa de una caja de madera, con muchas curvas. En cualquier momento, ese cuerpo pequeño, que se extiende más allá de su contorno con otra de sus piezas, dejará de ser una caja.
El artista continúa acariciando la tapa. Mira con atención, de lejos, de cerca, dejando que la luz le muestre las irregularidades de la superficie. Contempla las curvas que dibujan aquella pieza, que sin alejarse mucho del plano, se presenta en las tres dimensiones. Es ahora cuando se acerca el milagro. Andrés no lo sabe, aunque quizás se lo imagine. Una escasa cantidad de viruta cubre la madera sin dejar que el artista sepa de la evolución de su trabajo.
Entonces Andrés inspira, ni mucho ni poco aire. Lleva con sus manos la caja hacia su boca, y con la cabeza su boca hacia la caja. No se encuentran en el medio, sino en ese proporcional espacio que corresponde a la sección áurea del recorrido. Sopla. Eso es todo lo que hace. La viruta huye resignada, sabiéndose ahora un desperdicio. El artista observa su obra. Sonríe.
El violín nace justo en este momento. No sabe quién es, pero se lo pregunta. El milagro está hecho. Ahora, en el espacio que abrazan las paredes del taller de Andrés, ya no hay ninguna caja.

jueves, 10 de febrero de 2011

Presencia natural

Percepción

Pasan años y años. Y uno se acostumbra a vivir en una ciudad tan grande y alejada de lo natural como Buenos Aires. Una ciudad en donde la fauna autóctona son los taxis, los colectivos y una incontable cantidad de peatones que presentan ciertos comportamientos suicidas al cruzar la calle. Una ciudad en donde las características del terreno son las del asfalto y el cemento, y donde hay tierra o pasto sólo como consecuencia de la artificialidad. Un asentamiento urbano que creció como pudo, hacia todos lados, incluso hacia adentro del río.
En pleno siglo veintiuno, la ciudad eclipsa todo paisaje natural, con excepción del río. Único lugar en el que puede verse un horizonte limpio. Plano. El único lugar desde donde se ve como el cielo y la tierra se tocan. Muchos podrán decir que Buenos Aires tiene lindos lugares, pintorescos. Pero difícilmente puedan decir que tiene lugares en los que el hombre no haya metido mano.
Quizás sea por todo esto que oír truenos me gusta tanto. En ese momento en que el cielo se viste de negro y los rayos iluminan y los truenos aturden, cuando después de que litros y litros de agua que se precipitan desde el cielo inundan calles y mojan todo, la naturaleza vuelve a imponerse sobre el hombre. Porque no importa cuántas hectáreas se le ganen al río, el cielo lo construye adonde quiera.
Pero la naturaleza no sólo se presenta en las tormentas. Tiene otras maneras, más sutiles y curiosas. Yo estaba en ese colectivo que bordea los lagos de Palermo, tan artificiales ellos, contorneados por árboles y palmeras que no vinieron solas. Pensaba que no importaba cuánto se esforzara el hombre por recrear lo natural, no alcanzaba.
Y ahí estaban los gansos. Un montón de graciosos animales blancos, que migrando de un lugar a otro, siempre deciden descansar en Palermo. Nunca sabremos si realmente les gusta este lugar o es el único que tienen. Lo cierto es que deciden cruzar la calle en busca de una sombra. Y el colectivo frena, esperando que crucen, con suma paciencia. Otra vez la naturaleza prevalece.
Ni el más necio de los hombres podría dejar de reconocer en esos gansos un extraordinario poder. Porque tan solo cruzando la calle, de la manera más desinteresada, consiguen detener un colectivo. Un colectivo que nunca se detiene, ni cuando tiene adelante un considerable número de peatones.

martes, 8 de febrero de 2011

Reality galáctico

Metanoticia

Pareciera ser, que aquel logro científico cósmico dado a conocer el pasado 3 de febrero, cuando los responsables del satélite cazador de planetas Kepler informaron haber descubierto mil doscientos treinta y cinco posibles planetas orbitando distintas estrellas, inspiró a los productores televisivos del mundo.
Según pudo saberse de manera extraoficial, uno de los sistemas planetarios descubiertos, llamado por la ciencia Kepler-11, podría volverse el escenario de la mayor producción audiovisual de la historia de la televisión. Distintas productoras de todos los países del mundo se encontrarían analizando la posibilidad de realizar un reality show interestelar. Estarían, en estos momentos, diseñando un borrador de un acuerdo comercial sin precedentes, en el que la participación de la mayor parte de las productoras del mundo, minimizaría los riesgos financieros.
El riesgo desmesurado de que no haya nada para ver en aquel sistema planetario, sumado al elevadísimo costo al que ascendería el proyecto, que incluiría desde la construcción de sondas espaciales para espiar la vida en aquellos lejanos planetas, hasta el desarrollo de modernos sistemas de transmisión que permitan transmitir desde Kepler-11 en alta definición, hacen que muchos especialistas piensen que se trata de un rumor delirante.
Nadie puede negar, que de concretarse semejante proyecto televisivo, se trataría sin duda, de la producción más atrevida y arriesgada de la historia. Personas del medio, al ser consultadas, se mostraron escépticas acerca del proyecto, aunque opinaron que de ser cierto, la inversión se recuperaría en no menos de 5000 años. Debe considerarse que la estrella Kepler-11 se encuentra a dos mil años luz de nuestro planeta.
Personas del entorno de Barak Obama, consultadas por este medio, informaron que el presidente de la primera potencia mundial se encuentra muy preocupado, ya que esta producción televisiva podría ser un nuevo caso de especulación bursátil. La respuesta más ocurrente la dio un productor argentino, quien al ser consultado acerca del rumor del reality galáctico, contestó que sabiendo que los realitys hoy ya aburren, no puede imaginarse a nadie con deseos de ver uno dentro de cinco mil años.

lunes, 7 de febrero de 2011

Revelación

Ficción

Él había vivido toda su vida sin darse cuenta de nada. Creció rodeado de amigos normales, y siempre pensó que entre ellos y él no existía ninguna diferencia. Cuando alcanzó la adolescencia no se sintió atraído por las salidas nocturnas, pero cuando una vez accedió a acompañar a sus amigos a un boliche, volvió a tener esa sensación que tenía al aplaudir.
Aturdido por la música, sintiendo como el tórax vibraba al compás de las gravísimas notas de descomunal potencia emitidas por un parlante casi tan grande como él, Leonardo pudo ver el mismo espectáculo que siempre presenciaba al chocar sus palmas. Esa luz intermitente hacía que todo el mundo pareciera moverse por capítulos.
Mientras volvía a su casa discutió el tema con uno de sus amigos. Le preguntó qué le parecía ese raro efecto de movimiento convulsivo. Cuando le preguntó si veía lo mismo al aplaudir, la cara de extrañeza que puso su compañero fue tan exagerada, que Leonardo prefirió dar por terminada la cuestión. Por varios años no hizo más preguntas.
Ya más grande, con dieciocho años, una chica muy bonita lo invitó a un concierto sinfónico. Leonardo nunca había ido a un espectáculo parecido, pero la chica era muy bonita. Él no lo sabía, pero siempre, por comodidad muscular o casualidad numerológica, había aplaudido un número de veces par. Cuando terminó el primer movimiento de la cuarta sinfonía de Schumann y aplaudió entusiasmado, sufrió la reprimenda de dos mil espectadores, sordos casi todos ellos, pero acostumbrados a escuchar las grandes formas de corrido. Leonardo, asustado con el resoplido humano, cortó su aplauso de inmediato. Por primera vez en su vida, aplaudió una cantidad de veces no divisible por dos.
Notó algo extraño. El segundo movimiento no empezaba nunca y el silencio era demasiado silencioso. Nadie se movía. Que el público permaneciera quieto podía ser posible, pero no que nadie respirara. Se sintió profundamente incómodo. Se miró las manos con miedo. Chocó sus palmas con timidez. Y así fue como al ver que todo volvía al movimiento, Leonardo supo que en sus manos, tenía la posibilidad de detener el tiempo.

sábado, 5 de febrero de 2011

Bucle de máscaras

Trasgresión

Javier siempre fue un trasgresor.
Sufrió las consecuencias.
Decidió que un fin de semana en Uruguay sería suficiente para descansar un poco. Adquirió uno de esos paquetes turísticos que vienen con moño y todo. Habían pasado muchos años desde la última vez que viajara en barco, aunque eso no le producía ninguna sensación en particular. Cruzar el río más ancho del mundo para volver al otro día no era una hazaña de esas que requieren equipaje. A Javier le alcanzó con su pequeña mochila. Escondió en ella su traje de baño, un esmoquin impermeable. También el siempre necesario equipo de mate y los documentos.
Tardó un largo rato en llegar a la terminal del puerto, y hasta aquí Javier podía confundirse con una persona normal. Se transformó voluntariamente en una vértebra de esas víboras de gente que esperan realizar un trámite. Con paciencia esperó la oportunidad de presentar sus pasajes y obtener el pase de abordar. Sólo quedaba el último obstáculo. Migraciones.
Dejó que los oficiales espiaran su mochila con esos rayos chusmas, que sirven para ver a través de las cosas. Pasó por debajo de ese arco alcahuete, que grita cuando tenés metales. Fue cuando lo detuvo la fila del control migratorio cuando se aburrió definitivamente. Pero como el era Javier, el trasgresor, siempre estaba preparado para estas situaciones.
Cuando fue su turno, Javier se presentó ante el inspector con un sombrero puesto delante de la cara. El empleado, que había tomado su documento sin mirarlo, se sorprendió al levantar la vista. Por favor quítese el gorro, dijo entre molesto y tentado. Javier no se resistió, se quitó el gorro. Tenía puesta la máscara de Menem. El inspector, ya más molesto que tentado, le ordenó sacarse también la máscara del expresidente.
Quizás si eso hubiera sido todo, el control de migraciones le habría perdonado la broma. Pero cuando Javier mostró debajo de la máscara de Menem el antifaz del zorro, el empleado del control migratorio no le dirigió más la palabra, simplemente llamó a la policía del puerto.
Javier nunca cruzó el charco. A pesar de no permanecer detenido mucho tiempo, porque nadie sabía bajo que cargo retenerlo, la escasa media hora que tardó la policía en revisar sus antecedentes, fue suficiente para que perdiera el barco.

viernes, 4 de febrero de 2011

Lulú vive

Noticia cierta

A veces uno siente que hay cosas que no se divulgan lo suficiente. Hoy lo pensé. Cuando husmeaba en los cientos de estantes de una librería de la calle de los teatros, encontré un libro que nunca esperé encontrar. Un libro que me cambió la compra.
Yo había entrado a la librería en busca de una novela de César Aira, cuando me llama la atención una biblioteca que arriba dice: música. Me acerqué aún estando acostumbrado a no encontrar nada interesante ahí. Siempre hay muchos libros, pero casi ninguno de mi interés. Para un músico interesado en la música académica y especialmente en aquella escrita después de la segunda mitad del siglo veinte, no suele haber grandes oportunidades editoriales. Pero ahí, en el estante de arriba de todo, había un libro grandote de lomo rojo oscuro. Decía: Lulú - edición facsimilar.
Lulú fue una revista especializada que tuvo una corta existencia, entre septiembre de 1991 y noviembre de 1992. Sólo se publicaron cuatro números. Quizás por su corta existencia, quizás por su excelente contenido sin precedentes, se volvió con el tiempo, al menos entre los músicos, una revista mítica.
Cuando tomé un ejemplar de ese estante y lo chusmeé, pensé que iba a tener que ahorrar unos pesos para comprarlo, pero para mi sorpresa, el libro editado por la Biblioteca Nacional que agrupa los cuatro números de la revista, está a un precio más que accesible.
Con artículos de compositores locales, traducciones de artículos de músicos como K. Stockhausen y M. Feldman, este libro es una oportunidad para todo músico que quiera indagar en los recursos expresivos, los métodos y las ideas de la música contemporánea. Siendo sus artículos sobre programación y artilugios electrónicos, los únicos faltos de actualidad.

jueves, 3 de febrero de 2011

Súper Hijitus

Percepción

Durante mi infancia vi varios programas de televisión. Casi todos los vuelvo a ver hoy, no por ser excesivamente nostálgico, más bien porque me siguen pareciendo muy entretenidos. El Zorro, Brigada A, Mac Gyber y el argentinísimo y clásico Súper Hijitus.
Mientras volvía a ver las aventuras de Hijitus y Pichichus, me reía con ese comisario bastante correntino y las ocurrencias malvadas del profesor Neurus, disfrutaba de la deformación del idioma de Oaky, los versos de Larguirucho y los tangos de Pucho, me sorprendía con la música. Las grandes obras de Stravinsky, la novena de Dvorak y alguna de las sonatas de Beethoven enfatizan el clima de las escenas con gran acierto.
Una de cal y una de arena, reza el saber popular. Es que mientras volvía a ver la historia de ese superhéroe infantil me saltó en la cara una de las traiciones argumentales más grandes de mi vida. Quizás exagero un poco. No sé si todos recordarán a ese gran villano que consigue incomodar profundamente al profesor Neurus, ese que desde una silla opera armas tan curiosas como las bombas de hacer humo a la gente y sus armatostes electrónicos, ese que tortura a Neurus con la cámara hidroachicante.
Granampa hace de las suyas durante gran cantidad de capítulos, hasta que finalmente Hijitus lo lleva volando a la puerta de la comisaría. Cuando el villano quiere huir, Pichichus lo muerde y este se desinfla. Debajo del curioso traje de silla aparece Serrucho. Esto no reviste ninguna gravedad y hasta es un final sorpresivo para el villano. Lo que sucede es que cuando Granampa secuestra a Neurus y sus secuaces, y los lleva al submarino para juzgarlos por traición, Serrucho está ahí.
Como muchas otras veces se da en la televisión, el espectador se ve traicionado por los guionistas, que sin encontrar una solución vistosa, resuelven el nudo condenando el relato a la incoherencia.

martes, 1 de febrero de 2011

Fuga a la suerte

Ficción

Marcelo nunca se había considerado un hombre con suerte, aunque tampoco era de esos que aburrían a sus interlocutores con quejas permanentes. Tenía una buena vida y un buen trabajo. Si no se consideraba un hombre de gran fortuna, era más bien porque jamás había podido vencer a su abuela en un partido de canasta. Ni hablar de los dados. Digamos que toda situación de la vida que incluyera azar, no le era favorable.
Aquel día, Marcelo disfrutaba de una fiesta. Reunión de amigos no tan amigos, de esos que sólo se ven en grandes reuniones impersonales. El ruido que lo aturdía estaba compuesto de un treinta por ciento de música, diez por ciento de sonidos provocados por los distintos elementos de la bajilla, un cincuenta y cinco por ciento de bullicio... El cinco por ciento restante eran los quejidos de su estómago.
Toda fiesta no puede estar exenta de ciertos accidentes. Uno de los más famosos e irrenunciables es el desborde de bebida por caída de vaso. Cumpliéndose siempre la ley de Murphy, el líquido siempre manchará un mantel. A veces también le cae encima a un asistente. Como no podía ser de otra manera, la cerveza manchó la bermuda de Marcelo. El torpe culpable del hecho puso cara de nada. El pesimista de la fiesta anunció su predicción astrológica. Eso no sale más.
Muy acostumbrado a estos infortunios, Marcelo no se preocupó para nada. Volvió a su casa, tomó un gran vaso de agua fresca. Fue directamente a su dormitorio sin ninguna intención de limpiar la mancha. Liberó a sus pies del calor de los zapatos y se sacó la remera. Después de lavarse los dientes velozmente, volvió al cuarto. Desabrochó el botón de la bermuda y tiró hacia abajo. Lo intentó de nuevo. Con más fuerza. Ahora con desesperación. Su mirada espió el exterior a través de la ventana. Se quedó en silencio. Nunca creyó que la predicción del pesimista, se refiriera a la bermuda.